Paseando encontré por casualidad la catedral al atardecer. Gótica, amplia, vertical y fría. El contraste de la luz multicolor de las largas vidrieras con el ambiente oscuro, casi tenebroso de dentro me inspiraba paz.
Resulta que también por la mañana vi algo bonito: el mercado de las flores. Si me concentraba un poco parecía que estaba en las Ramblas de Barcelona.
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