Me esperaba en la gare A. que me llevó directa a casa de Y., donde un buen grupo nos reunimos en torno a una mesa para comer. En mi ausencia, las dotes culinarias de los erasmus han mejorado notablemente: tortilla de calabacín, ensaladita, quiches, quesitos y melón naranja para deleitarse. Un poquito de vino también. Alegría, alegría. Caras amigas, franceses, españoles, risas. En el coche T. y B. nos trasladan a casa. Y a trabajar para la gala. No sin antes recibir una sorpresa. A. me hizo cerrar los ojos y al abrirlos: ¡el Monopoly de Tours! ¡Qué felicidad! Esa misma noche lo estrenamos, después de un poco de guinguette -cómo echaba de menos ese sitio- que acompañamos con un diabolo y buena música. De cena: kilos de espaguetis mientras hablábamos de volver a vernos en el verano: ¿festivales?
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