El primer día, sentada en las escaleras del Hôtel de Ville, sin saber que ese sería el punto de encuentro más de una vez y esperando a un desconocido del que solo sabía el nombre, decidí hacer una grulla de papel. Y al final el desconocido, que ahora es mi amigo D. apareció. Durante el curso hice muchas más grullas de espera. Sobre todo a principios de curso; cuando todavía no sabía moverme muy bien por la ciudad y cualquier rato libre entre clase y clase se acababa convirtiendo en una grulla desde el Loira. También he hecho grullas de decoración. Tantas, que hasta en la cocina aparecían algunas y los visitantes se mofaban de mi obsesión por ese bicho del origami.
En realidad, lo llamé así porque me conozco. Sé que llamarlo Erasmus en Tours o algo por el estilo hubiese sido prometer algo de lo que no iba a hablar. No iba a dar datos útiles - o al menos, esenciales - ni iba a comprometerme a redactar informes semanales con puntos, comas, nombres y apellidos. Así que, ¿qué iba a hacer yo en este blog? Desvariar. Por eso el título es también un desvarío.
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